América no pudo cumplir su sueño: perdió 2-1 en la final de la CONMEBOL Libertadores Femenina contra Ferroviária

Diario El Tiempo | Por Pablo Romero

América puso el alma, el corazón, la entrega, el coraje y mucho fútbol, pero nada de eso fue suficiente para ser campeonas de la Copa Libertadores Femenina. Este domingo, contra Ferroviária de Brasil, perdieron 1-2, y el sueño se les acabó de manera abrupta y dolorosa. La gloria se les escapó por los errores, por los palazos, por los intentos fallidos. Las heroínas se marcharon con llanto, claro, pero también con la cabeza en alto, porque no fueron inferiores, porque lo dieron todo.

Nota de redacción.- En el duelo por el tercer lugar, el campeón defensor Corinthians goleó 4-0 a la Universidad de Chile, despidiéndose las brasileñas marcando 39 goles y apenas recibieron uno.

Las finales no toleran los errores, porque cada falla puede costar un título, es decir, la gloria. Y eso fue lo que le pasó al América, que entró a jugar la final con los nervios impregnados en el uniforme rojo. Sobre todo la portera Katherine Tapia, la heroína de otras batallas, como en la semifinal, esta vez estuvo insegura. Su primera falla costó un gol que llegó demasiado rápido, cuando el América tenía el dominio y las intenciones. No se lo esperaban.

Fue un tiro libre de pesadilla, de esos que no se olvidarán fácilmente. Pelotazo de costado, cobrado por la jugadora Sochor, el balón fue englobado al área, hizo su descenso ante la vista general, nadie lo tocó, nadie se le atravesó, pero llevaba algún veneno, porque cuando la arquera Tapia fue por él, como lo ha hecho en cientos de ocasiones, no lo agarró, lo perdió de vista, o apenas lo vio pasar en ese recorrido dramático hacia la red. El grito brasileño contrastó con el silencio de desconcierto en las jugadoras colombianas. Fue un golpe muy duro y en 7 minutos.

Quedaba entonces levantarse, reponerse de ese gol, ir a buscar el empate, contagiarse de buen juego y de confianza, esa que andaba refundida. En otras dos pelotas, la portera Tapia volvió a fallar: el balón huía de sus manos. Pero de a poco el equipo fue recuperando el semblante. Catalina Usme empezó a engranar el juego, a distribuir, a pensar.

Al fin llegó el empate. Ya iban 37 minutos. Robledo recibió un pase largo. Emprendió una maratón llena de velocidad y fortaleza. Tuvo que venir una rival a trabarla en la rodilla para mandarla al pasto. Penalti, penalti gritado con el alma por las 11 jugadoras y las suplentes y el técnico Usme y toda la afición escarlata.

La jueza no dudo, lo pitó. Al frente de la pelota se paró la más experta de todas, la que no podía tener nervios, la capitana Usme. Su disparo fue lleno de frialdad, a un palo y adentro, gol americano, empate 1-1 y la confianza renaciendo en esos cuerpos fatigados que se llenaban de bríos para seguir buscando alcanzar el anhelado sueño. Se podía, claro que se podía, el rival era duro pero no era superior.

Pero como ya se ha dicho, las finales no aceptan errores. Y menos si son dobles. Antes de terminar la primera parte América volvió a fallar. Esta vez fue la jugadora Ocampo la que se complicó sin necesidad. La jugada de Ferroviária no era exigente, la atacante intentaba encarar hacia el arco, pero no tenía panorama. Y, sin embargo, Ocampo la atravesó y la mandó al piso. Penalti. Doloroso penalti en contra.

Aline ejecutó de manera impecable. La portera Tapia, que venía de ser figura atajapenaltis, no pudo ni siquiera adivinar el disparo. Fue adentro y fue el gol de la ventaja brasileña, el 1-2, cuando iban 42 minutos de juego. Ese segundo golpe también cayó muy duro. Qué pasaba, se preguntaban las jugadoras en la cancha, y no entendían cómo los errores vinieron a aparecer en el partido más importante de todos.

Se fueron al descanso con cansancio y con algo de angustia, esa de ir abajo en el marcador. Para el segundo tiempo, sin embargo, el equipo salió endiablado al ataque, a demostrar que nada estaba perdido.

Y hay que decir que todo pudo ser diferente, pero en la memoria quedarán los innumerables intentos fallidos: ese remate en el travesaño de Manuela González, que debió ser golazo y fue palazo. O ese otro remate al vertical, cuando la que disparó fue Ospina. Y ni hablar de ese mano a mano que tuvo González, que hizo casi todo bien, encarar, perfilarse, acomodarse, mirar, rematar acomodando la pelota a un palo, y quizá celebrar antes de tiempo. Era gol, pero la portera lo evitó.

Y, para colmo, ya sobre el final, cuando América atacaba con corazón y vida y desespero y con todo lo que le quedaba, y la portera Luciana era figura, hubo otro palazo, en un cabezazo de Castañeda. Parecía que la pelota no iba a entrar así siguieran jugando otros 45 minutos.

En medio del desespero de las brasileñas por aguantar, y con las escarlatas luchando incansables, el partido llegó a su final. Ferroviária lanzó el grito de campeonas; América, con las botas puestas, se quedó con su grito atragantado. Les faltó poco, muy poco para conquistar el continente. Será en la próxima...

Foto CONMEBOL

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